lunes, 23 de diciembre de 2013

Capítulo 16 (LVDA)


Capítulo 16.

"Volver a empezar"


Observo como mi madre repasa una y otra vez que todo esté perfecto para la mudanza, mientras que mi hermana pequeña corretea por la casa con una sonrisa. La miro fijamente y recuerdo al instante la promesa que le hice a la pequeña Susan, la niña del hospital.

- ¡Ahora vuelvo! - me despido mientras cojo algo de dinero y salgo de casa.

Oigo como mi madre me dice que no tarde en llegar y cierro la puerta. 

- Espera hija, ¿a dónde vas? - pregunta mi padre mientras se asoma por la puerta.

- A cumplir una promesa - le digo con una sonrisa.

- ¿Quieres que te acerque a algún lado? 

- ¿Puedes llevarme al hospital? 

- Hija, ¿estás bien? - pregunta preocupado.

- Sí, tranquilo, te repito que voy a cumplir una promesa, nada más - le tranquilizo. 

Abre el coche y nos montamos en él. Arranca el motor y salimos del garaje de esa casa que tantos buenos momentos me ha transmitido, y que pronto dejaré de habitar. En escasos minutos me encuentro frente al hospital.

- Te espero aquí, ¿vale? - me informa mi padre.

- Vale, no tardaré - sonrío.

Bajo del coche y camino hacia la entrada. Entro y me dirijo a información.

- Buenos días, ¿la puedo ayudar en algo? - pregunta una enfermera.

- Sí, estaba buscando la habitación de una paciente.

- Dígame, ¿cuál es su nombre?  

- Susan, es una niña. La conocí cuando estuve aquí ingresada y la prometí que volvería a verla.

- Pues espere, a ver si puedo concretarle su habitación - me informa mientras teclea lentamente en el pequeño ordenador - Sí, la he encontrado. Está en la segunda planta, habitación 405.

- ¿Por qué la han cambiado de planta? ¿Ha pasado algo? - pregunto preocupada.

- Yo no sé nada más, lo siento - se despide.

Me quedo unos segundos pensativa y subo corriendo hasta la segunda planta. Camino mientras miro atenta las habitaciones. 400, 401, 402... ¡405, aquí está! susurro. "Toc, toc" 

- ¿Se puede? - pregunto nerviosa. 

- Adelante - contesta una mujer.

Paso a la habitación y la mujer me mira extrañada. Susan está tumbada en la cama y me mira con una enorme sonrisa. 

- ¡Anne! ¡Has venido! - grita Susan.

- Sí pequeña, te lo prometí y aquí estoy - la guiño el ojo - Perdona, ¿usted es su madre? - me dirijo a la mujer. 

- Sí, soy la madre de Susan. ¿Tú eres...? 

Le hago una seña para que salga fuera y le explico todo.

- Ah vale. Bueno, pues lo del cambio de habitación es porque... - observo como una pequeña lágrima se deja ver entre sus pálidas mejillas - van a tener que operarla. Tiene un pequeño tumor y tienen que extirpárselo antes de que sea demasiado tarde.

La mujer se derrumba y comienza a llorar desconsoladamente. La cedo mi hombro para que se apoye en él y yo empiezo a deshacerme en lágrimas.

- Tranquila... - hago una pausa.

- Rosa, me llamo Rosa... - dice mientras se seca las lágrimas para evitar que Susan la vea.

- Tranquila Rosa, todo va a salir bien. Tu hija es un cielo, y gracias a ella sonreí cuando más lo he necesitado. Estoy segura de que no le va a pasar nada, así que tranquila. Ahora solo tienes que estar con ella, hacerla reír, disfrutar. Y cuando llegue el día de la operación, relájate. Todo saldrá bien, te lo prometo - la miro a los ojos y sonrío - Aquí tienes mi número, llámame cuando necesites desahogarte. 

- Toma también el mío, por si necesitas cualquier cosa. Y gracias, miles de gracias por estos detalles. Falta gente como tú en el mundo - sonríe. 

La abrazo y entro de nuevo a la habitación. Le doy un par de besos a Susan y le regalo una pulsera de las tantas que llevo, para que le de suerte en la operación. Me despido de las dos y le comento a Rosa que debo marchar hacia Madrid, pero que para cualquier cosa, ahí tiene mi número. 

- Perdona, ¿cuántos años tienes? - me pregunta Rosa antes de que me marche. 

- Catorce, pronto cumplo quince, ¿por? - pregunto extrañada.

- Eres demasiado madura para tu edad - contesta con admiración.

- Que una persona madure antes o después depende de como tengas que afrontar tus problemas diarios, y créeme, mi vida tiene sus complicaciones, más de las que a mí me gustaría. Pero no puedo quejarme, cada uno tiene sus cosas, así que prefiero dar lo mejor de mí a los demás y sonreír, sonreír ante todo - respondo con una sonrisa y me despido finalmente.

Camino de nuevo por el hospital y llego hasta el coche. Le hago un pequeño resumen de todo lo ocurrido a mi padre, que aún seguía con la intriga, y marchamos a casa. Diez minutos más tarde, vemos a mi madre y mis hermanos con las maletas en el jardín y con todo preparado para partir a nuestro nuevo destino. Mis padres colocan todo y yo abrocho a Melynda en su silla del coche. Ella sigue tan feliz, pero de Jordan y de mí no se puede decir lo mismo. Pasados cinco minutos, ponemos rumbo a Madrid. Es curiosa la forma en la que la vida te da cosas, y cuando mejor estás, te las quita. Yo hace unas cuantas horas lo tenía todo, no podía pedir nada más, ¿y ahora? Ahora voy hacia un lugar totalmente desconocido, sin nadie con quien pasar mis interminables días. Bueno, está mi familia, pero... nada será igual que estos últimos días. Contemplo en silencio el paisaje que se muestra tras la ventanilla del coche. Debo asumir que dejo atrás mis raíces, mis recuerdos, mi anterior vida. Pero también sé que una parte de mí seguirá anclada a mi querida Barcelona. Enciendo mi MP3 y mientras me dejo llevar por los acordes de mi canción favorita, me despido de mi tierra. 
Volveré, tarde o temprano, pero volveré... susurro.

martes, 8 de octubre de 2013

Capítulo 15 (LVDA)


Capítulo 15.

"No os olvidaré"


El canto de las gaviotas me despierta. Miro hacia un lado y veo como Richard me rodea con un brazo, abrazándome delicadamente. Aún está dormido. Me quedo mirándole dulcemente con una amplia sonrisa hasta que me percato de que detrás de mí hay algo. Me giro con cuidado para no despertarle y observo la caja que hay junto a mi en estos momentos. La cojo y la miro atenta. Es de color rojo brillante y tiene un pequeño lazo blanco. En ella también hay una pequeña nota, la cual dice:

"Buenos días princesa. Seguramente ahora esté dormido, pero tranquila, sigue mis consejos. Primero levántate, observa a tu alrededor y busca una piedra grande. Cuando hayas encontrado una que te guste, ponla en el interior de esta caja. ¿Sencillo, verdad? Pues sigamos. Después, recoge todo lo que tengas aquí que sea tuyo y por supuesto, despiértame. Que no te dé apuro, Anne, tú solo despiértame como tu sabes. Y después de todo eso, dame un beso y yo te seguiré diciendo todos los demás pasos. Adelante preciosa. Te quiero."

Inevitablemente, sonrío tras leer la nota y le miro de nuevo. 'Mira, si hasta parece bueno y todo' susurro. Noto como se mueve ligeramente, por lo que me doy cuenta de que lo ha escuchado. Me levanto y me dispongo a buscar la piedra. Tras cinco minutos buscando, encuentro una preciosa. Es grande, blanca y con pequeños puntitos negros y rosados. La meto dentro de la caja y la cierro. Coloco todas mis cosas en la mochila y me pongo de rodillas frente a Richard, mientras bajo poco a poco mis labios hacia su rostro dormido. Le beso cálidamente y me abraza rápidamente. 

- Ya era hora, creí que no llegaría nunca este ansiado beso - dice susurrándome.

- Lo bueno se hace esperar - río mientras le guiño un ojo.

- Ya lo creo - asegura mientras se abalanza contra mí y me besa dulcemente.

Acabamos de nuevo tirados en la arena. Le miro, me mira, nos miramos. Es todo precioso, para que negarlo. Se levanta limpiándose la arena y me cede su mano para apoyarme en ella y así ayudarme a levantarme. 

- Bueno señorito, ya has tenido tu beso, ¿ahora me dices que pasos he de seguir? - le digo burlona.

- Sube, anda - contesta mientras coge la mochila y me indica que suba a su espalda.

- ¿En serio? Estás loco.

- Sí, princesita, loco por ti.

Subo a su espalda y pongo mi cabeza en su hombro. 'Te quiero' le susurro al oído. Caminamos hacia la parte donde ayer tenían toda la fiesta sorpresa montada para mí. Cuando llegamos, solo veo regalos apilados, uno tras otro. Me quedo perpleja.

- ¿ESTO ES PARA MÍ? - grito emocionada.

- ¡¡SORPRESA, DORMILONA!! - gritan al unísono mientras salen de detrás de los regalos las personas que estuvieron conmigo ayer, en ese día que nunca olvidaré. 

No puedo evitarlo y me emociono, me emociono mucho. Un par de lágrimas resbalan por mi rostro y me miran sonrientes. 

- ¡A abrir los regalos! - grita Stella - ¡Primero el mío! ¿Eh? 

Stella me entrega emocionada un paquete grande, envuelto de papel de color azul, con estrellas blancas muy brillantes y un precioso lazo a juego. Lo abro sonriente y encuentro en su interior una caja muy especial para las dos. Es una caja que hicimos el día que nos conocimos, hace 7 años ya de ello. En la tapa pone: "Stella y Anne, el comienzo de una gran amistad". Abro la caja y miles de recuerdos me invaden. Está allí el colgante que me regaló su abuela ya fallecida, uno igual que a Stella. Nos contó que esos colgantes los tuvieron ella y su mejor amiga de jóvenes y que nunca se lo quitaban. Es un regalo muy especial, pero me doy cuenta de que no es el único. También hay fotos, cartas, regalos que nos hicimos de pequeñas y muchas más cosas que marcan cada día inolvidable que pasamos juntas. La miro y la doy un gran abrazo, mientras me deshago en lágrimas. Tras ese regalo tan emocionante, le toca el turno a Richard. Abro una caja roja y dentro encuentro un montón de cartas. Me explica que tengo que leer una cada Lunes que no pase a su lado, pues fue ese día cuando nos conocimos inesperadamente. Antes de cerrar el regalo, veo otra caja más pequeña en su interior y la abro. Dentro, hay una pulsera a juego con el colgante que me regaló en el hospital. En ella están escritas nuestras iniciales y la fecha del inesperado tropiezo que hizo que toda esta bonita historia empezara, aunque hoy puede que llegue a su fin. Le beso apasionadamente ante la atenta mirada de los demás. Y después de aquello, los demás presentes van entregándome poco a poco sus regalos y van haciendo que este día vaya haciéndose más especial segundo tras segundo. Tras finalizar la entrega de regalos, nos fundimos en un gran abrazo. Cogen la piedra que guardé en la caja y empiezan a escribir sus nombres, incluido el mío. Terminan poniendo un 'Para siempre' y la tiramos entre todos al fondo del mar. Ahora siempre estaremos juntos y quedará una parte de mí en la tierra que me vio nacer. Nuestras miradas se cruzan y somos conscientes de que esto es una despedida.

- Esto es un hasta pronto, no un adiós... - les digo mientras lloro.

Observo como mi hermano se despide entre lágrimas de Yadira, su novia. Yo hago lo mismo con Richard y más tarde, con todos los demás. Tras quince minutos de despedidas, promesas, palabras y emociones, recojo todo y mi hermano y yo caminamos hasta el aparcamiento, diciendo adiós con la mano y llorando como dos niños pequeños. 

- Juro que volveré, lo juro - grito la promesa para que todos sean conscientes de que algún día, por difícil que sea, volveré.

martes, 17 de septiembre de 2013

Capítulo 14 (LVDA)

Capítulo 14.

"Una noche extraña"


Respiro hondo. ¿Lo mejor? ¿Qué quiere decir? A saber lo que tienen entre manos. Miro de un lado a otro intentando obtener alguna pista sobre lo que se avecina, pero es en vano. Miro a Stella de reojo y siento como mira nerviosa a todas partes, pues sabe que si le intento sonsacar algo, acabaré sabiéndolo. Pero esta vez prefiero ser buena, prefiero que todo me pille por sorpresa, no seré yo quien estropé nada. Me acurruco entre la arena y me pierdo entre las caricias de alguien, acompañadas con el dulce sonido de la costa. Es extraño, pero esas caricias me devuelven a mi mundo, lleno de tranquilidad con un toque de locura. Mi cuerpo se estremece con el contacto de su piel. Noto como el vello se me va erizando según desliza su dedo por mi brazo. Decido girarme y descubrir el rostro de la persona que me ha hecho sentir tanto en un momento, pero me sorprendo al instante, ya que detrás mía no hay nadie. ¿Qué está pasando aquí? ¿Es una broma? ¿O solo a sido mi imaginación? Preguntas y más preguntas resuenan en mi cabeza. Me levanto despacio y sigo mirando de un lado a otro. ¿Dónde están todos? Me encuentro sola en la inmensidad de la noche. Parece como si el mar fuera mi único acompañante en estos momentos. 
Camino insegura y cojo mi móvil para alumbrar el camino mientras recorro con la mirada cada rincón del lugar que me rodea. Oigo un ruido, como si alguien estuviese deambulando sin rumbo alguno detrás de mí. Un escalofrío recorre mi cuerpo y me llena de temor. Oigo cada vez más cerca esos pasos y el miedo se apodera de mí. Sin pensarlo dos veces, empiezo a andar con más rapidez, de modo que cuando quiero darme cuenta, estoy corriendo. ¿Qué hago? No soy capaz ni de manejar mis acciones. 

"La batería se está agotando, conecte el móvil a una fuente de energía"

Mierda, la batería. ¿Ahora como veré donde estoy? Será mejor seguir a oscuras, tengo que guardar la poca batería que me queda por si hay alguna emergencia. Sigo andando y empiezo a ver luz. Debe de ser el chiringuito, por fin estoy llegando a la parte frecuentada de la playa. Sigo caminando, esta vez más despacio. De repente, algo me agarra y me llevo un gran sobresalto.

- ¡Quita! - grito.

- ¡Tranquila, no voy a comerte! O quizá si...

- ¿Quién eres? - continuo algo más calmada pero dándole aún la espalda.

- Anne, tranquila, date la vuelta y compruébalo por ti misma.

Me giro y encuentro a la persona que menos quería ver en ese momento.  

- ¿¿Jaime?? VETE.

Me coge de la cintura y yo le aparto bruscamente mientras le miro desafiante. Me mira y se sienta en el suelo, agarrándome de la pierna. Muevo violentamente la pierna hasta que consigo que me suelte. Suelta un par de carcajadas y me doy la vuelta. Salgo corriendo de nuevo hacia el chiringuito y él se queda parado mirándome.

- Anne, nunca te librarás de mí - grita mientras me alejo.

Noto como una lágrima cae por mi mejilla. No es una lágrima de tristeza, sino de miedo, rabia y desesperación. Ya no se que hacer para que me deje en paz, solo sé que sabe de sobra como hundirme un día en el cual todo iba perfectamente. Y pensar en lo estúpida que fui... me engañó como a una tonta, y ahora no piensa dejarme en paz. Lo peor de todo es que no soy capaz de defenderme porque cada vez que le miro, toda nuestras tardes juntos vuelven a mi cabeza y me siento incapaz de hacerle daño. Pero tengo que superarlo, está claro. Tengo que aprender a ser inmune a los recuerdos del pasado y plantarle cara, no puedo depender de que los demás me defiendan, yo puedo y lo voy a conseguir. Sigo andando, intentando olvidarlo todo, pero me es imposible. 

- Olvídame ya y déjame vivir en paz.. ¿acaso pido tanto? - susurro entre sollozos y me dejo caer en la arena.

Siento una respiración muy próxima a mi.

- Eh, princesa, ¿qué ha pasado? ¿estás bien? - me dice Richard retirando el pelo suavemente de mi rostro y secándome las lágrimas que resbalan por mis mejillas.

- No.. estoy bien, tan solo me ha dado un pequeño mareo, ya sabes, aún estoy algo débil - miento.

- ¿No la enseñaron sus padres que no se debe mentir, señorita? - dice con una voz burlona que me provoca una pequeña carcajada, la cual me reconforta bastante.

- Te necesito a mi lado Richard, te necesito siempre a mi lado - le digo mirándole a los ojos. 

- ¿Crees que yo no te necesito, pequeña? - me susurra.

- Demuéstralo - le digo mientras le guiño un ojo.

Se acerca a mí y me besa dulcemente, tumbándome en la arena. Yo le acaricio mientras sonrío. Él me mira y suspira. "Adoro tu sonrisa" me susurra mientras me hace cosquillas, esas que tanto me gustan. Veo en sus ojos lo feliz que está, pero yo no puedo decir lo mismo. Es recordar que dentro de poco ya no podré vivir momentos así junto a él y se me cae encima el mundo. "Anne, olvídalo y disfruta del momento" me digo a mí misma. Me siento detrás de él y me hago la remolona para que me haga mimos mientras sonrío. Y allí, como dos niños, pasamos la noche picándonos, haciéndonos cosquillas, caricias, besándonos, y lo más importante, queriéndonos más cada minuto que pasaba. 

lunes, 2 de septiembre de 2013

Capítulo 13 (LVDA)

Capítulo 13.

"La playa"


Pasados apenas diez minutos consigo adivinar hacia donde nos dirigimos. Bajo la ventanilla del coche para que la brisa me serene. Adoro esa sensación, cuando ese olor a agua salada me embauca de pies a cabeza. Recorro con la mirada el transitado paseo marítimo, en el cual se encuentran personas de todas las edades disfrutando del magnífico día que se ha presentado esta mañana. Miro a mi madre y ella me sonríe, pues sabe de sobra que me encanta este lugar porque me lleva de nuevo a mi niñez. Vuelvo a mirar por la ventanilla y observo detenidamente uno de los tantos coches que había aparcados en el parking de la playa. Me resulta un tanto familiar pero no le doy importancia y bajo del coche.

- Mamá, ¿por qué venimos aquí?

- Creo que es un buen día para venir, ¿no te parece?

- Si, solo que... no traemos la ropa apropiada. Ni la sombrilla. Ni las toallas. Ni la crema sol...

- Tranquila hija, está todo pensado - me interrumpe.

Asiento y veo como me da el bikini mientras me señala con el dedo un cambiador para poder ponérmelo sin problemas. Me dirijo hacia él y entro, ya que no hay nadie en estos momentos. No tardo en cambiarme y salgo. Camino sobre la cálida arena de la playa mientras miro hacia el mar. Veo como las olas acarician la arena humedeciéndola y borrando las huellas que ha dejado una joven que paseaba por la orilla. Me dejo llevar por los chapoteos que causan los niños intentando saltar las olas. Es relajante y sosegado el sonido y la visión que produce la playa en estos instantes. Me quedo embobada mirando el horizonte, observando como el azul del cielo y las nubes que lo adornan se reflejan con más nitidez en la parte más alejada de la orilla. Sigo caminando y de repente, siento como alguien me empuja hacia el agua delicadamente mientras me tapa los ojos. 

- ¿Mamá? - pregunto riendo.

- ¡No, no, no! - responde la persona que hay detrás de mí con voz grave.

- ¿Richard? 

- ¡Más te gustaría! - dice indignada mientras quita sus manos de mis ojos y me abraza.

- ¡¡Stella!! - sonrío - ¿Qué haces aquí?

- Qué hacemos aquí, dirás - se ríe mientras me coge de la cintura y me da la vuelta para ver a los demás. 

Me quedo atónita. ¡Están todos aquí! Stella, Patri, Tina, Louis, Richard, Jordan y...

- Yanira, ¿verdad? - le pregunto a la chica que está junto a mi hermano Jordan.

- Sí, esa soy yo. Tú debes de ser la queridísima hermana de Jordan ¿me equivoco? - dice con una sonrisa. 

- Has acertado - digo guiñando el ojo.

Me tapan los ojos con una cinta y me llevan de la mano a otra parte de la playa. Dejo de oír murmullos, deben de haberme traído a la parte menos transitada de la playa, un lugar muy tranquilo. Me quitan la cinta y veo que han puesto sillas, mesas con comida, pancartas, gorros de fiesta, un equipo de música y regalos. No puedo creer nada de esto y no consigo articular palabra alguna. 

- Sabíamos que ibas a montar una fiesta de despedida y pensamos que esto te gustaría - me explica Stella.

- Pues no me gusta... - respondí seria. Noté como sus semblantes iban cogiendo un color pálido y asustado y continué la frase con una sonrisa - ¡¡ME ENCANTA!! 

- ¡Serás malvada! - dijeron casi al unísono y se lanzaron contra mi tirándome a la arena de la playa.

Antes de que se levantaran, me puse encima y les di un abrazo enorme. Ese fue el principio de un día inolvidable que pasaría junto a ellos. Y sí, así fue. Hubo momentos divertidos, románticos, tristes, alegres, emotivos... todo en una compañía muy especial. Acabamos tirados en la arena, mirando las estrellas, como ese día mágico junto a Richard en el jardín del hospital. 

- Ahora llega lo mejor - me susurra Stella.

domingo, 18 de agosto de 2013

Capítulo 12 (LVDA)



Capítulo 12.

"Una nueva amiguita"


Esta mañana me han dado el alta. Recojo mis cosas y me siento en la camilla. Observo la habitación de lado a lado y aparecen en mi cabeza miles de recuerdos. El accidente de moto de mi hermana que produjo su muerte, la mala noticia de nuestro traslado a Madrid, aquella noche mágica junto a Richard, el momento especial madre e hija y, no menos importante, la sinceridad de la conversación que tuvimos mi hermano y yo. Miro el reloj. Las doce y veinticinco. Ya es hora de bajar al hall a esperar a que llegue mi madre. Tras echar el último vistazo, salgo de la habitación y cierro despacio la puerta. Si el golpe hubiera sido más grave de lo que fue, quizá nunca habría salido de aquí. Maldita piedra... y sobre todo, maldita pelea. Camino por los pasillos del hospital y los pacientes me miran al pasar. Me parte el alma saber que algunos de ellos puede que no vuelvan a pisar algo más que este triste hospital. Sigo andando y no tardo en encontrar la mirada perdida de una niña de unos cinco o seis años. Me paro y sigo observándola en silencio. No deja de mirar como los rayos de luz se cuelan entre las hojas de los árboles y las mariposas revolotean entre las flores. Su rostro refleja tristeza, pero sobre todo admiración. Está embobada mirando los colores que le ofrece la primavera. Me agacho al lado de ella quedándome a su altura y la miro. Me mira tímidamente y yo la sonrío, hasta que una vocecilla dulce me embauca por completo.

- Hola... me llamo Susan, ¿tú como te llamas? - me pregunta susurrándome.

- Yo me llamo Anne. Mucho gusto princesa - la contesto sonriendo.

- Igualmente... ¿Sabes qué? Tengo nuevas amigas que me ayudan a estar feliz.

- ¿Ah si? ¿Me las presentas?

- Claro, ven - dice mientras me coge de la mano y con la otra me señala el ventanal - Mira, ¿ves las mariposas? Son mis amigas, igual que las hadas. ¿Las conoces? 

- Nunca he tenido el placer, pero me encantaría - le susurro guiñándole el ojo.

- Mi madre dice que siempre acompañan a la gente buena para que no les pase nada, pero me han mentido un poco, porque mira, estoy en el hospital. ¿No tendrían que cuidarme? Yo soy buena - dice con gesto triste.

- Tranquila pequeña, las hadas están a tu lado. No te va a pasar nada, estás protegida. Tú confía en ellas y verás como todo sale bien. Ahora tengo que irme, que mi mamá me espera abajo, pero tú tranquila, volveré a verte a ti y a tus amigas las hadas, ¿vale? - sonrío.

- ¡Vale! Anne, me caes muy bien... ¿Quieres ser mi amiga? Y... ¿Me prometes que volverás? - dice mientras me abraza fuerte.

- Claro princesita Susan. Vendré a verte pronto, te lo prometo. Un besazo guapetona.

La doy un beso en la frente y sigo mi camino, mientras ella no para de mirarme sonriendo y dando saltitos. Debo decir que esa niña me ha sacado una sonrisa. Sigo caminando y miro el reloj. Las doce y media. Mi madre ya estará a punto de llegar, por lo que me doy algo más de prisa en bajar. Aún tengo la imagen de la pequeña Susan en mi cabeza. Es una niña muy dulce, pero me entristece saber que siendo tan pequeña ya está ingresada aquí. No se lo que tiene, pero volveré a verla antes de irme a Madrid, se lo he prometido. Bajo las escaleras y entro al hall. Miro por todos sitios y por fin veo a mi madre. Camino hacia ella y la abrazo con fuerza. Me da un beso en la frente y después se dirije junto a la doctora.

- ¿Está todo bien? - le pregunta mi madre.

- Todo perfecto, tranquila. Si le volvieran a dar mareos, vuelve a llevarla al hospital y entrega estos papeles. Y si no, no hay ningún problema. Espero que no te vuelva a pasar nada, Anne, ten mucha precaución, ¿eh? - dice la doctora con una sonrisa.

- Si doctora, tendré más cuidado a partir de ahora - le respondo.

- Pues ya está, muchas gracias por todo doctora, un beso - se despide mi madre.

- Un beso. Y como no creo que nos volvamos a ver... ¡que tengáis un buen viaje! - se despide sonriente la doctora mientras nos abraza y acto seguido se marcha a su consulta.

Mi madre y yo nos despedimos con la mano y salimos del hospital. Abre el coche y nos montamos en él. Por fin a casa. Arranca y salimos de allí. Espero no tener que volver pronto al hospital. Mi madre sigue conduciendo mientras me habla sobre lo que me ha echado de menos y yo no paro de darla besos. Pasé miedo, no puedo negarlo. Espera... ¿A dónde me lleva? Por esta carretera no se va a casa... 

- Mamá, ¿a dónde vas?

- Eso ya lo verás, no seas impaciente - me dice giñándome un ojo.

martes, 13 de agosto de 2013

Capítulo 11 (LVDA)


Capítulo 11.

"Gracias por existir"


Me revuelvo entre las sábanas blancas de la camilla y observo como el primer rayo de luz se deja ver entre los huecos de la persiana que cubre la ventana. Ayer fue un día mágico, de esos que te gustaría revivir una y otra vez. Aún no me explico como he podido encontrar a alguien como él, tan cariñoso, responsable, romántico, atractivo... el prototipo perfecto para cualquier mujer. Me siento afortunada, es mi gran tesoro, pero pronto me lo arrebatarán, lo apartarán de mi lado. No puedo dejar de pensar en su preciosa sonrisa, en sus carnosos y rosados labios, en sus ojos brillantes, en su mirada dulce... Le quiero mucho más de lo que podría haber imaginado.

- ¿Hija, se puede? - interrumpe una vocecilla detrás de la puerta y la reconozco al instante.

- Pasa mamá, estoy despierta.

Se abre la puerta y mi madre camina hasta colocarse a mi lado. Se apresura a darme un beso y acto seguido, dirige su mirada hacia la butaca de la habitación.

- ¿Y tu hermano? - pregunta extrañada.

¡Oh no! No se absolutamente nada de él. Puede que no haya llegado aún, a lo mejor sigue con Yanira... O a ido a por algo de comer... O solo ha tomar el aire... Pfff... ¿y si le ha pasado algo? Bueno Anne, mantén la calma.

- No lo sé mamá, ayer cuando me dormí estaba en la butaca revisando los papeles del hospital. Lo mismo a salido a tomar el aire o a picar algo - miento lo más calmada que puedo.

- Seguramente sea eso - dice con una sonrisa - Bueno, ¿qué tal has pasado la noche?

- Gen.. bastante bien, la verdad.

Me tiembla la voz al pensar en ello. Fue todo tan perfecto... Pero mi madre no puede enterarse de que pase la noche con él.

- Me alegra oír eso, hija. Por cierto, hoy también tendrás que quedarte con tu hermano, tu padre y yo tenemos una reunión familiar, ¿vale?

- Vale mamá, no te aflijas, él me cuida bien.

- Más le vale que no le pase nada a mi princesita, ¿eh? - me dice dulcemente.

- Mamá, lo siento por lo de la otra vez... pero es que mi vida está aquí... Mis amigos, mis raíces, mi...

- Tu Richard, ¿verdad?

- Pe... pero...

- Tranquila cielo, no hace falta que lo ocultes, soy tu madre y las madres lo saben todo - contesta mientras me acaricia suavemente la mano - Solo quiero que sepas que se que esto no es fácil, pero que ahora no están las cosas como para desaprovechar esta maravillosa oferta de trabajo. ¿Lo entiendes? Yo no quiero que sufras... Además, podremos venir de vez en cuando a visitar de nuevo Barcelona, nuestra casa de aquí no vamos a venderla, será nuestro segundo hogar. Es más, aún te queda una semana para despedirte de todos y te dejaré montar esa fiesta que intentaste organizar hace unos años en casa, pero nada desmadres, eso sí.

- ¿¿¿¡ENSERIO!??? Jo mamá... no te merezco... Gracias, mil gracias... Te quiero muchísimo.

- Ahora descansa, en unas horas volveré para avisar a tu hermano. Te quiero mi niña.

- Yo más, mamá, yo muchísimo más.

Se despide de mí con un beso y se marcha con una sonrisa dibujada en la cara. No sé que haría sin ella, la verdad. Siempre tiene razones para hacer lo que hace, pero yo siempre soy la misma cabezona que en los enfados siempre piensa que lo hace por todo menos por mi bien. Sí, soy tonta. Madre no hay más que una y no estará siempre a mi lado, así que debo demostrarle todo lo que significa para mí, debo hacerla ver que ninguna otra mujer es tan importante para mí como ella (y mi hermanita pequeña, claro). Mi madre es y será una mujer ejemplar, puso su vida en peligro por darme a luz, por tenerme entre sus brazos aunque fuera antes de ver la que podría haber sido la última imagen de su vida. La debo todo y más. Aún recuerdo esos momentos de mi infancia, cuando me sentaba en su regazo y me empezaba a contar historias de princesas y demás cuentos de hadas. Para ella siempre seré su princesa. Al acostarme siempre viene a darme un beso y si no estoy dormida, me habla un poco sobre la vida. Adoro sus consejos, son muy útiles. Un día estaba triste, me encontraba en un pequeño altibajo de la vida y ella, tras secarme las lágrimas, dijo: "No llores porque tropezaste con una piedra en el camino, sonríe porque esta vez te levantarás con más fuerzas y derribarás todos los obstáculos que encuentres". Optimista, así es mi madre. La quiero, mucho, muchísimo. Pronto se acerca su cumpleaños y pienso hacer que sea un día inolvidable para ella, porque es lo más grande que existe. Mamá, algún día verás que tenerte fue el mejor regalo que alguien podría tener. Y que... Gracias por existir.

lunes, 29 de julio de 2013

Capítulo 10 (LVDA)

Capítulo 10.

"No te olvidaré"


"Toc, toc". Suena la puerta de la habitación. Me acomodo como puedo y me dispongo a levantarme para recibir a la visita, en este caso es de alguien muy especial, pero todos mis esfuerzos son en vano. Cada vez que me incorporo, siento un ligero mareo que me obliga a volver a acomodarme en la camilla. 

- Pasa - pronuncio con un tono fuerte para que logre oírme.

- ¡Por fin!

Apenas le da tiempo a terminar esas palabras. Viene corriendo y me deja saborear su boca con tanta dulzura que me hace sonreír por segunda vez en el día. Es fascinante como unos detalles pueden cambiar por completo un día entero. A pesar de que en ese momento la felicidad me tiene invadida de pies a cabeza, hay un hueco en mí ocupado por una triste noticia que no se ni cuando ni como decírsela, ya que ni siquiera me la creo yo. Le abrazo fuerte, mucho, tanto que puedo sentir como su cuerpo se estremece entre mis brazos.

- Anne, ¿pasa algo? - Richard me mira preocupado.

- No, tan solo no quiero perderte.

- No lo harás, tranquila.

- La vida da muchas vueltas, demasiadas.

- ¿A qué viene eso Anne? ¿Va a pasar algo? Dímelo por favor.

- Solo tenemos que hacer que este día sea inolvidable para ambos, ¿de acuerdo? No preguntes nada más. 

Me hace caso y sin soltar palabra alguna, se levanta y sale de la habitación. ¿Por qué se va? ¿Le ha sentado mal que no se lo dijera? Lo hacía por el bien de los dos. Pasan algunos minutos y vuelvo a verle, entrando por la puerta con algo en sus manos. Me mira y me pide que cierre los ojos. Así lo hago. De repente siento como una fina cadena resbala delicadamente por mi cuello y acto seguido abro los ojos y me quedo atónita al ver aquel colgante. "Precioso" susurro. Es plateado, con un corazón rojo uniendo nuestros nombres. Le miro y sonrío. Él también sonríe. Me enamora tanto esa sonrisa... 

- Esto solo es el principio de todo lo que pasará esta noche, princesa - me susurra al oído. 

Acto seguido dirige su mirada hacia la puerta y diviso como entra una enfermera con una silla de ruedas. Le miro intrigada. ¿Qué está pasando? Pero no hace falta preguntarlo, ya me doy cuenta por mí misma. Él y la enfermera me acomodan en la silla para que no me de ningún mareo fuerte. Estoy nerviosa, ¿a dónde me llevan?

- Cuídala bien y si la pasa algo, llámame corriendo, ¿de acuerdo? - dice la enfermera.

- Por supuesto, marcha tranquila. Y gracias - responde él con una sonrisa.

La enfermera desaparece tras la puerta y yo le miro.

- ¿Se puede saber que vas a hacer? Me tienes intrigada.

- Ya lo verás - me dice con una sonrisa pícara.

Me lleva fuera de la habitación y pasamos por los pasillos del hospital hasta llegar a la puerta que conduce al jardín. Yo sigo en la silla de ruedas. Quiero levantarme, pero no puedo, los mareos me lo impiden. Me conduce hasta un rincón apartado con césped y en él tiende un mantel. Me ayuda a sentarme a su lado, encima de un cojín. Después, saca de una cesta un plato con tallarines a la carbonara, mi comida favorita. ¿Cómo lo sabe? Este chico es una caja de sorpresas. Coloca unos farolillos en el mantel y los enciende. 

- ¿Fanta? ¿Coca-cola? - me pregunta.

- A ti.

- Tranquila, ya habrá tiempo para ello - me guiña un ojo.

- Pues entonces Fanta - le respondo resignada hasta terminar con una carcajada.

Lo prepara todo y por fin podemos tener un rato tranquilo. Miradas, risas, palabras, bromas, cariño... Es mágico. Cuando terminamos de cenar, le ayudo a recoger las cosas. Sacude el mantel y lo vuelve a poner, esta vez para tumbarnos sobre él. Nos abrazamos y miramos al oscuro cielo, adornado con pequeñas estrellas. Es una noche preciosa, sobre todo al estar a su lado. Nos besamos delicadamente. 

- Gracias, gracias por todo. Eres insuperable - le susurro.

- Sí, soy superable, tú me has superado. Eres perfecta.

- Nunca encontraré a nadie como tú...

- ¿No te basta conmigo?

- Sí, solo que...

- ¿Qué sucede, princesa?

Le miro y soltando una pequeña lágrima le explico que tengo que marcharme de Barcelona. Me mira pensando que es broma y empieza a hacerme cosquillas, esas que tanto me encantan. 

- Richard, lo digo en serio. Probablemente hoy sea uno de los últimos días que esté a tu lado.

- No, no vas a marchar de mi lado, jamás.

- Me temo que si... Es imposible cambiar las cosas, mi madre ya ha aceptado una propuesta de trabajo en Madrid... 

- Pues si hace falta, marcharé contigo, pero no pienso irme de tu lado.

- ¿Estás loco? Tú vida está aquí, junto a tu familia, junto a tus amigos. 

- Mi vida eres tú, y eso es lo único importante.

- Richard...

- Déjalo, disfrutemos de este momento, ya habrá tiempo para lo demás. 

Le beso y le abrazo con fuerza mientras él acaricia mi pelo. Sigue pensativo, pero al instante se dibuja una sonrisa en su cara y sigue haciéndome cosquillas, hasta soltar una carcajada que me inunda de felicidad de nuevo. Sabe perfectamente como hacerme feliz en todo momento. Allí, los dos juntos, a la luz de las estrellas... No quiero despertar jamás de este sueño hecho realidad...