Capítulo 10.
"No te olvidaré"
"Toc, toc". Suena la puerta de la habitación. Me acomodo como puedo y me dispongo a levantarme para recibir a la visita, en este caso es de alguien muy especial, pero todos mis esfuerzos son en vano. Cada vez que me incorporo, siento un ligero mareo que me obliga a volver a acomodarme en la camilla.
- Pasa - pronuncio con un tono fuerte para que logre oírme.
- ¡Por fin!
Apenas le da tiempo a terminar esas palabras. Viene corriendo y me deja saborear su boca con tanta dulzura que me hace sonreír por segunda vez en el día. Es fascinante como unos detalles pueden cambiar por completo un día entero. A pesar de que en ese momento la felicidad me tiene invadida de pies a cabeza, hay un hueco en mí ocupado por una triste noticia que no se ni cuando ni como decírsela, ya que ni siquiera me la creo yo. Le abrazo fuerte, mucho, tanto que puedo sentir como su cuerpo se estremece entre mis brazos.
- Anne, ¿pasa algo? - Richard me mira preocupado.
- No, tan solo no quiero perderte.
- No lo harás, tranquila.
- La vida da muchas vueltas, demasiadas.
- ¿A qué viene eso Anne? ¿Va a pasar algo? Dímelo por favor.
- Solo tenemos que hacer que este día sea inolvidable para ambos, ¿de acuerdo? No preguntes nada más.
Me hace caso y sin soltar palabra alguna, se levanta y sale de la habitación. ¿Por qué se va? ¿Le ha sentado mal que no se lo dijera? Lo hacía por el bien de los dos. Pasan algunos minutos y vuelvo a verle, entrando por la puerta con algo en sus manos. Me mira y me pide que cierre los ojos. Así lo hago. De repente siento como una fina cadena resbala delicadamente por mi cuello y acto seguido abro los ojos y me quedo atónita al ver aquel colgante. "Precioso" susurro. Es plateado, con un corazón rojo uniendo nuestros nombres. Le miro y sonrío. Él también sonríe. Me enamora tanto esa sonrisa...
- Esto solo es el principio de todo lo que pasará esta noche, princesa - me susurra al oído.
Acto seguido dirige su mirada hacia la puerta y diviso como entra una enfermera con una silla de ruedas. Le miro intrigada. ¿Qué está pasando? Pero no hace falta preguntarlo, ya me doy cuenta por mí misma. Él y la enfermera me acomodan en la silla para que no me de ningún mareo fuerte. Estoy nerviosa, ¿a dónde me llevan?
- Cuídala bien y si la pasa algo, llámame corriendo, ¿de acuerdo? - dice la enfermera.
- Por supuesto, marcha tranquila. Y gracias - responde él con una sonrisa.
La enfermera desaparece tras la puerta y yo le miro.
- ¿Se puede saber que vas a hacer? Me tienes intrigada.
- Ya lo verás - me dice con una sonrisa pícara.
Me lleva fuera de la habitación y pasamos por los pasillos del hospital hasta llegar a la puerta que conduce al jardín. Yo sigo en la silla de ruedas. Quiero levantarme, pero no puedo, los mareos me lo impiden. Me conduce hasta un rincón apartado con césped y en él tiende un mantel. Me ayuda a sentarme a su lado, encima de un cojín. Después, saca de una cesta un plato con tallarines a la carbonara, mi comida favorita. ¿Cómo lo sabe? Este chico es una caja de sorpresas. Coloca unos farolillos en el mantel y los enciende.
- ¿Fanta? ¿Coca-cola? - me pregunta.
- A ti.
- Tranquila, ya habrá tiempo para ello - me guiña un ojo.
- Pues entonces Fanta - le respondo resignada hasta terminar con una carcajada.
Lo prepara todo y por fin podemos tener un rato tranquilo. Miradas, risas, palabras, bromas, cariño... Es mágico. Cuando terminamos de cenar, le ayudo a recoger las cosas. Sacude el mantel y lo vuelve a poner, esta vez para tumbarnos sobre él. Nos abrazamos y miramos al oscuro cielo, adornado con pequeñas estrellas. Es una noche preciosa, sobre todo al estar a su lado. Nos besamos delicadamente.
- Gracias, gracias por todo. Eres insuperable - le susurro.
- Sí, soy superable, tú me has superado. Eres perfecta.
- Nunca encontraré a nadie como tú...
- ¿No te basta conmigo?
- Sí, solo que...
- ¿Qué sucede, princesa?
Le miro y soltando una pequeña lágrima le explico que tengo que marcharme de Barcelona. Me mira pensando que es broma y empieza a hacerme cosquillas, esas que tanto me encantan.
- Richard, lo digo en serio. Probablemente hoy sea uno de los últimos días que esté a tu lado.
- No, no vas a marchar de mi lado, jamás.
- Me temo que si... Es imposible cambiar las cosas, mi madre ya ha aceptado una propuesta de trabajo en Madrid...
- Pues si hace falta, marcharé contigo, pero no pienso irme de tu lado.
- ¿Estás loco? Tú vida está aquí, junto a tu familia, junto a tus amigos.
- Mi vida eres tú, y eso es lo único importante.
- Richard...
- Déjalo, disfrutemos de este momento, ya habrá tiempo para lo demás.
Le beso y le abrazo con fuerza mientras él acaricia mi pelo. Sigue pensativo, pero al instante se dibuja una sonrisa en su cara y sigue haciéndome cosquillas, hasta soltar una carcajada que me inunda de felicidad de nuevo. Sabe perfectamente como hacerme feliz en todo momento. Allí, los dos juntos, a la luz de las estrellas... No quiero despertar jamás de este sueño hecho realidad...
- Anne, ¿pasa algo? - Richard me mira preocupado.
- No, tan solo no quiero perderte.
- No lo harás, tranquila.
- La vida da muchas vueltas, demasiadas.
- ¿A qué viene eso Anne? ¿Va a pasar algo? Dímelo por favor.
- Solo tenemos que hacer que este día sea inolvidable para ambos, ¿de acuerdo? No preguntes nada más.
Me hace caso y sin soltar palabra alguna, se levanta y sale de la habitación. ¿Por qué se va? ¿Le ha sentado mal que no se lo dijera? Lo hacía por el bien de los dos. Pasan algunos minutos y vuelvo a verle, entrando por la puerta con algo en sus manos. Me mira y me pide que cierre los ojos. Así lo hago. De repente siento como una fina cadena resbala delicadamente por mi cuello y acto seguido abro los ojos y me quedo atónita al ver aquel colgante. "Precioso" susurro. Es plateado, con un corazón rojo uniendo nuestros nombres. Le miro y sonrío. Él también sonríe. Me enamora tanto esa sonrisa...
- Esto solo es el principio de todo lo que pasará esta noche, princesa - me susurra al oído.
Acto seguido dirige su mirada hacia la puerta y diviso como entra una enfermera con una silla de ruedas. Le miro intrigada. ¿Qué está pasando? Pero no hace falta preguntarlo, ya me doy cuenta por mí misma. Él y la enfermera me acomodan en la silla para que no me de ningún mareo fuerte. Estoy nerviosa, ¿a dónde me llevan?
- Cuídala bien y si la pasa algo, llámame corriendo, ¿de acuerdo? - dice la enfermera.
- Por supuesto, marcha tranquila. Y gracias - responde él con una sonrisa.
La enfermera desaparece tras la puerta y yo le miro.
- ¿Se puede saber que vas a hacer? Me tienes intrigada.
- Ya lo verás - me dice con una sonrisa pícara.
Me lleva fuera de la habitación y pasamos por los pasillos del hospital hasta llegar a la puerta que conduce al jardín. Yo sigo en la silla de ruedas. Quiero levantarme, pero no puedo, los mareos me lo impiden. Me conduce hasta un rincón apartado con césped y en él tiende un mantel. Me ayuda a sentarme a su lado, encima de un cojín. Después, saca de una cesta un plato con tallarines a la carbonara, mi comida favorita. ¿Cómo lo sabe? Este chico es una caja de sorpresas. Coloca unos farolillos en el mantel y los enciende.
- ¿Fanta? ¿Coca-cola? - me pregunta.
- A ti.
- Tranquila, ya habrá tiempo para ello - me guiña un ojo.
- Pues entonces Fanta - le respondo resignada hasta terminar con una carcajada.
Lo prepara todo y por fin podemos tener un rato tranquilo. Miradas, risas, palabras, bromas, cariño... Es mágico. Cuando terminamos de cenar, le ayudo a recoger las cosas. Sacude el mantel y lo vuelve a poner, esta vez para tumbarnos sobre él. Nos abrazamos y miramos al oscuro cielo, adornado con pequeñas estrellas. Es una noche preciosa, sobre todo al estar a su lado. Nos besamos delicadamente.
- Gracias, gracias por todo. Eres insuperable - le susurro.
- Sí, soy superable, tú me has superado. Eres perfecta.
- Nunca encontraré a nadie como tú...
- ¿No te basta conmigo?
- Sí, solo que...
- ¿Qué sucede, princesa?
Le miro y soltando una pequeña lágrima le explico que tengo que marcharme de Barcelona. Me mira pensando que es broma y empieza a hacerme cosquillas, esas que tanto me encantan.
- Richard, lo digo en serio. Probablemente hoy sea uno de los últimos días que esté a tu lado.
- No, no vas a marchar de mi lado, jamás.
- Me temo que si... Es imposible cambiar las cosas, mi madre ya ha aceptado una propuesta de trabajo en Madrid...
- Pues si hace falta, marcharé contigo, pero no pienso irme de tu lado.
- ¿Estás loco? Tú vida está aquí, junto a tu familia, junto a tus amigos.
- Mi vida eres tú, y eso es lo único importante.
- Richard...
- Déjalo, disfrutemos de este momento, ya habrá tiempo para lo demás.
Le beso y le abrazo con fuerza mientras él acaricia mi pelo. Sigue pensativo, pero al instante se dibuja una sonrisa en su cara y sigue haciéndome cosquillas, hasta soltar una carcajada que me inunda de felicidad de nuevo. Sabe perfectamente como hacerme feliz en todo momento. Allí, los dos juntos, a la luz de las estrellas... No quiero despertar jamás de este sueño hecho realidad...