Capítulo 12.
"Una nueva amiguita"
Esta mañana me han dado el alta. Recojo mis cosas y me siento en la camilla. Observo la habitación de lado a lado y aparecen en mi cabeza miles de recuerdos. El accidente de moto de mi hermana que produjo su muerte, la mala noticia de nuestro traslado a Madrid, aquella noche mágica junto a Richard, el momento especial madre e hija y, no menos importante, la sinceridad de la conversación que tuvimos mi hermano y yo. Miro el reloj. Las doce y veinticinco. Ya es hora de bajar al hall a esperar a que llegue mi madre. Tras echar el último vistazo, salgo de la habitación y cierro despacio la puerta. Si el golpe hubiera sido más grave de lo que fue, quizá nunca habría salido de aquí. Maldita piedra... y sobre todo, maldita pelea. Camino por los pasillos del hospital y los pacientes me miran al pasar. Me parte el alma saber que algunos de ellos puede que no vuelvan a pisar algo más que este triste hospital. Sigo andando y no tardo en encontrar la mirada perdida de una niña de unos cinco o seis años. Me paro y sigo observándola en silencio. No deja de mirar como los rayos de luz se cuelan entre las hojas de los árboles y las mariposas revolotean entre las flores. Su rostro refleja tristeza, pero sobre todo admiración. Está embobada mirando los colores que le ofrece la primavera. Me agacho al lado de ella quedándome a su altura y la miro. Me mira tímidamente y yo la sonrío, hasta que una vocecilla dulce me embauca por completo.
- Hola... me llamo Susan, ¿tú como te llamas? - me pregunta susurrándome.
- Yo me llamo Anne. Mucho gusto princesa - la contesto sonriendo.
- Igualmente... ¿Sabes qué? Tengo nuevas amigas que me ayudan a estar feliz.
- ¿Ah si? ¿Me las presentas?
- Claro, ven - dice mientras me coge de la mano y con la otra me señala el ventanal - Mira, ¿ves las mariposas? Son mis amigas, igual que las hadas. ¿Las conoces?
- Nunca he tenido el placer, pero me encantaría - le susurro guiñándole el ojo.
- Mi madre dice que siempre acompañan a la gente buena para que no les pase nada, pero me han mentido un poco, porque mira, estoy en el hospital. ¿No tendrían que cuidarme? Yo soy buena - dice con gesto triste.
- Tranquila pequeña, las hadas están a tu lado. No te va a pasar nada, estás protegida. Tú confía en ellas y verás como todo sale bien. Ahora tengo que irme, que mi mamá me espera abajo, pero tú tranquila, volveré a verte a ti y a tus amigas las hadas, ¿vale? - sonrío.
- ¡Vale! Anne, me caes muy bien... ¿Quieres ser mi amiga? Y... ¿Me prometes que volverás? - dice mientras me abraza fuerte.
- Claro princesita Susan. Vendré a verte pronto, te lo prometo. Un besazo guapetona.
La doy un beso en la frente y sigo mi camino, mientras ella no para de mirarme sonriendo y dando saltitos. Debo decir que esa niña me ha sacado una sonrisa. Sigo caminando y miro el reloj. Las doce y media. Mi madre ya estará a punto de llegar, por lo que me doy algo más de prisa en bajar. Aún tengo la imagen de la pequeña Susan en mi cabeza. Es una niña muy dulce, pero me entristece saber que siendo tan pequeña ya está ingresada aquí. No se lo que tiene, pero volveré a verla antes de irme a Madrid, se lo he prometido. Bajo las escaleras y entro al hall. Miro por todos sitios y por fin veo a mi madre. Camino hacia ella y la abrazo con fuerza. Me da un beso en la frente y después se dirije junto a la doctora.
- ¿Está todo bien? - le pregunta mi madre.
- Todo perfecto, tranquila. Si le volvieran a dar mareos, vuelve a llevarla al hospital y entrega estos papeles. Y si no, no hay ningún problema. Espero que no te vuelva a pasar nada, Anne, ten mucha precaución, ¿eh? - dice la doctora con una sonrisa.
- Si doctora, tendré más cuidado a partir de ahora - le respondo.
- Pues ya está, muchas gracias por todo doctora, un beso - se despide mi madre.
- Un beso. Y como no creo que nos volvamos a ver... ¡que tengáis un buen viaje! - se despide sonriente la doctora mientras nos abraza y acto seguido se marcha a su consulta.
Mi madre y yo nos despedimos con la mano y salimos del hospital. Abre el coche y nos montamos en él. Por fin a casa. Arranca y salimos de allí. Espero no tener que volver pronto al hospital. Mi madre sigue conduciendo mientras me habla sobre lo que me ha echado de menos y yo no paro de darla besos. Pasé miedo, no puedo negarlo. Espera... ¿A dónde me lleva? Por esta carretera no se va a casa...
- Mamá, ¿a dónde vas?
- Eso ya lo verás, no seas impaciente - me dice giñándome un ojo.
Capítulo 11.
"Gracias por existir"
Me revuelvo entre las sábanas blancas de la camilla y observo como el primer rayo de luz se deja ver entre los huecos de la persiana que cubre la ventana. Ayer fue un día mágico, de esos que te gustaría revivir una y otra vez. Aún no me explico como he podido encontrar a alguien como él, tan cariñoso, responsable, romántico, atractivo... el prototipo perfecto para cualquier mujer. Me siento afortunada, es mi gran tesoro, pero pronto me lo arrebatarán, lo apartarán de mi lado. No puedo dejar de pensar en su preciosa sonrisa, en sus carnosos y rosados labios, en sus ojos brillantes, en su mirada dulce... Le quiero mucho más de lo que podría haber imaginado.
- ¿Hija, se puede? - interrumpe una vocecilla detrás de la puerta y la reconozco al instante.
- Pasa mamá, estoy despierta.
Se abre la puerta y mi madre camina hasta colocarse a mi lado. Se apresura a darme un beso y acto seguido, dirige su mirada hacia la butaca de la habitación.
- ¿Y tu hermano? - pregunta extrañada.
¡Oh no! No se absolutamente nada de él. Puede que no haya llegado aún, a lo mejor sigue con Yanira... O a ido a por algo de comer... O solo ha tomar el aire... Pfff... ¿y si le ha pasado algo? Bueno Anne, mantén la calma.
- No lo sé mamá, ayer cuando me dormí estaba en la butaca revisando los papeles del hospital. Lo mismo a salido a tomar el aire o a picar algo - miento lo más calmada que puedo.
- Seguramente sea eso - dice con una sonrisa - Bueno, ¿qué tal has pasado la noche?
- Gen.. bastante bien, la verdad.
Me tiembla la voz al pensar en ello. Fue todo tan perfecto... Pero mi madre no puede enterarse de que pase la noche con él.
- Me alegra oír eso, hija. Por cierto, hoy también tendrás que quedarte con tu hermano, tu padre y yo tenemos una reunión familiar, ¿vale?
- Vale mamá, no te aflijas, él me cuida bien.
- Más le vale que no le pase nada a mi princesita, ¿eh? - me dice dulcemente.
- Mamá, lo siento por lo de la otra vez... pero es que mi vida está aquí... Mis amigos, mis raíces, mi...
- Tu Richard, ¿verdad?
- Pe... pero...
- Tranquila cielo, no hace falta que lo ocultes, soy tu madre y las madres lo saben todo - contesta mientras me acaricia suavemente la mano - Solo quiero que sepas que se que esto no es fácil, pero que ahora no están las cosas como para desaprovechar esta maravillosa oferta de trabajo. ¿Lo entiendes? Yo no quiero que sufras... Además, podremos venir de vez en cuando a visitar de nuevo Barcelona, nuestra casa de aquí no vamos a venderla, será nuestro segundo hogar. Es más, aún te queda una semana para despedirte de todos y te dejaré montar esa fiesta que intentaste organizar hace unos años en casa, pero nada desmadres, eso sí.
- ¿¿¿¡ENSERIO!??? Jo mamá... no te merezco... Gracias, mil gracias... Te quiero muchísimo.
- Ahora descansa, en unas horas volveré para avisar a tu hermano. Te quiero mi niña.
- Yo más, mamá, yo muchísimo más.
Se despide de mí con un beso y se marcha con una sonrisa dibujada en la cara. No sé que haría sin ella, la verdad. Siempre tiene razones para hacer lo que hace, pero yo siempre soy la misma cabezona que en los enfados siempre piensa que lo hace por todo menos por mi bien. Sí, soy tonta. Madre no hay más que una y no estará siempre a mi lado, así que debo demostrarle todo lo que significa para mí, debo hacerla ver que ninguna otra mujer es tan importante para mí como ella (y mi hermanita pequeña, claro). Mi madre es y será una mujer ejemplar, puso su vida en peligro por darme a luz, por tenerme entre sus brazos aunque fuera antes de ver la que podría haber sido la última imagen de su vida. La debo todo y más. Aún recuerdo esos momentos de mi infancia, cuando me sentaba en su regazo y me empezaba a contar historias de princesas y demás cuentos de hadas. Para ella siempre seré su princesa. Al acostarme siempre viene a darme un beso y si no estoy dormida, me habla un poco sobre la vida. Adoro sus consejos, son muy útiles. Un día estaba triste, me encontraba en un pequeño altibajo de la vida y ella, tras secarme las lágrimas, dijo: "No llores porque tropezaste con una piedra en el camino, sonríe porque esta vez te levantarás con más fuerzas y derribarás todos los obstáculos que encuentres". Optimista, así es mi madre. La quiero, mucho, muchísimo. Pronto se acerca su cumpleaños y pienso hacer que sea un día inolvidable para ella, porque es lo más grande que existe. Mamá, algún día verás que tenerte fue el mejor regalo que alguien podría tener. Y que... Gracias por existir.